Y a partir de 1789 se declara que los pescadores tendrán que cumplir con el trámite burocrático para legalizar su situación. Es fácil imaginar la conmoción que se produciría en el Cabañal, donde no sabía firmar casi nadie, para tramitar todo el papeleo y visitar al escribano real haciendo tabla rasa de sus propiedades y solicitando otra vez el permiso para habitar en sus propias casas.


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